Transitar la economía digital que vivimos tiene millones de beneficios. Con los datos como principal motor y materia prima, las nuevas tecnologías como inteligencia artificial, analítica o machine learning, están habilitando una cantidad enorme de dispositivos, productos y servicios.
Asimismo, los datos brindan la capacidad de entender y anticipar decisiones las cuales además de impactar en negocios de todas las industrias, están incidiendo en la vida cotidiana de las personas. Las opciones para optimizar sus usos son incuantificables, pero, las vulneraciones a la privacidad y seguridad también lo son.
Y en un contexto marcado por la -casi- obligatoria necesidad de las interacciones digitales para comprar, estudiar, trabajar y entretenerse, los perfiles de los ciudadanos corren un riesgo mayor.
Hoy contamos con un mayor nivel de concientización al respecto. En ese sentido, las personas están exigiendo, por ejemplo, procesos de compra más seguros, donde el tratamiento de sus datos no sea objeto de vulnerabilidades o ataques. Por lo que se ha ido transformando, en todas las empresas e industrias, en un elemento fundamental en la experiencia de compra, satisfacción, confianza y lealtad del cliente.
El lento camino de Chile
Con los datos erigidos como principal activo, dado el potencial para habilitar e impulsar nuevas capacidades y habilidades, es que urge gestionarlos y gobernarlos responsablemente. Para ello, hay que incluir a las personas, procesos y tecnologías, asegurando calidad, disponibilidad y seguridad.
En ese sentido, en Chile hay avances paulatinos. A finales del 2021, el gobierno anunció que enviaría al Congreso indicaciones con relación al proyecto de Ley de Protección de Datos Personales para crear una Agencia Autónoma de Datos Personales, con una institucionalidad como organismo público, de carácter técnico, autónomo, descentralizado, con personalidad jurídica y patrimonio propio.
Lo anterior fue un paso clave en el camino de Chile para ser un hub a nivel regional en servicios digitales. Por ende, es fundamental que esta discusión establezca el consentimiento del usuario para la utilización responsable, que aseguren el buen uso y protección de su información.
Protección y autoconciencia
Tan importante como la correcta utilización de datos es la autoprotección de los usuarios. Evidentemente, las compañías deben seguir implementando medidas que aseguren una correcta recolección, almacenamiento y comunicación de la información. Pero, al mismo tiempo, las personas deben ser conscientes y responsables de sus datos.
La privacidad es un derecho fundamental. Sin embargo, mientras las personas dependan más de la digitalización para comprar, relacionarse y entretenerse, la autoprotección de ellos es una acción complementaria. La educación y preparación de las personas es clave.
Muchos ataques o vulneraciones pasan por desconocimiento o mal uso de las herramientas. También puede ocurrir con la divulgación accidental de información y la pérdida o robos de equipos electrónicos. En definitiva, mientras blindemos nuestra información con prácticas y conocimientos, menores posibilidades de vulneración tendremos.
Legislación: normas, reglas y derechos
El camino para reducir la incertidumbre es la creación de leyes y reformas que permitan establecer derechos y deberes. Con un escenario dinámico, riesgoso e hiperdigital, es importante no solo para las personas, sino también para brindar certeza a las empresas e inversionistas, mediante las instituciones, iniciativas, legislaciones y mecanismos acordes a las necesidades.
Los datos de las personas serán catalizadores de nuevas oportunidades y negocios, pero también de riesgos. Por ende, es necesario comprender que los datos no son solo un tema comercial, sino que se trata de la identidad digital de las personas, donde habitan tanto los hábitos de compra como sus derechos humanos en el ciberespacio.
A nivel constitucional hay que garantizar los derechos fundamentales en este ámbito, incluyendo el derecho universal de acceso a Internet, alfabetización digital y protección de datos. Asimismo, hay que modernizar la gestión de identidad y acceso del consumidor para disminuir el riesgo de uso fraudulento.
El camino aún tiene un sinfín de etapas, pero ya hay varios avances. Los ciudadanos están más empoderados y exigentes, por lo que avanzar en una gestión y administración responsable de datos personales será clave en la evolución digital de las empresas e instituciones.
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