Tatiana López, estudiante de ingeniería aeroespacial de la Universidad de Concepción y mentora certificada del programa de mentorías PROVOCA, de AUI/NRAO, que busca promover, guiar y acompañar vocaciones STEM entre mujeres, acaba de terminar su participación en la Misión Asclepios II, que simuló un viaje a la Luna, en Suiza.
Si bien aún tiene un par de semanas en Munich para terminar sus exámenes universitarios, poco a poco ha retomado sus rutinas «de regreso en la Tierra». Y es que Tatiana estuvo encerrada por dos semanas junto a 6 jóvenes astronautas análogos, siendo ella la única mujer latinoamericana. Comenta que progresivamente ha dejado de usar lentes de sol, ya que al inicio y tras estar privada de luz natural durante la misión, los colores y la luminosidad le resultaban demasiado intensos.
La joven comenta que durante la misión lo que más le afectó fue perder la noción del tiempo. «La falta de luz natural y el cumplimiento de un ajustado horario de actividades diarias, que en cada jornada variaba, hacía que no supieras bien en qué momento del día te encontrabas. De pronto llegaba la hora de dormir y una no sabía si estaba tan cansada. Se sentía como una siesta y luego retomábamos funciones», explica Tatiana.
Si a eso sumaban experimentos con tiempo en contra, eso obligaba a la tripulación a mantenerse concentrada en sus labores individuales, ya que un solo error podría significar un accidente. La joven mentora PROVOCA señala: «Si bien recibimos una evaluación y preparación previa con apoyo de psiquiatras y psicólogos para mantener la salud mental durante el encierro, hubo una técnica que nos ayudó muchísimo. Nos ponían una «cruz de fijación mental» en la cual nos concentrábamos por un minuto y eso nos permitía disminuir el consumo de oxígeno, para luego retomar actividades de forma más eficiente. Luego de eso, y en situaciones límites, no queda más que apagar el cerebro y confiar en lo aprendido».
Su formación como mentora PROVOCA también le permitió fortalecer habilidades que resultaron ser clave durante la misión, como la escucha activa, el trabajo en equipo, el pensamiento crítico y la capacidad de liderazgo. Como encargada de las comunicaciones en la misión, Tatiana era la responsable de acompañar de forma remota a sus compañeros en sus salidas a terreno y brindarles apoyo y calma en situaciones adversas. «Creo que mi preparación como mentora me permitió poner atención a todos los factores que incluye el comunicarse, tanto lo que se dice como lo que se calla, y así interpretar las emociones y actitudes con las que mis compañeros y compañeras estaban enfrentando cada experimento en el exterior, durante 3 horas continuas, en la oscuridad, sin luz, con falta de oxígeno y un traje que pesaba entre 7 y 10 kilos».
De las experiencias más extremas que ella vivió, destaca la simulación de una erupción solar que la despertó a las 3 de la madrugada con una sirena de alerta. Tras el aviso, todos debieron correr a resguardar sus equipos y encerrarse en una sala de seguridad hasta esperar instrucciones de la sala de control de la misión. Asimismo, comenta que en otra ocasión, un par de tripulantes olvidó reportarse antes de entrar a una «zona muerta» en el exterior, donde no había señal de comunicación, lo que les permitió aprender del error y corregir el protocolo para posteriores experimentos de este tipo.
Durante 15 días se alimentaron con comida liofilizada, especialmente desarrollada para astronautas. Solo en una ocasión recibieron como obsequio de cumpleaños un pastel de pollo y un tarro salmón que devoraron, y otra vez pudieron solicitar un poco de salsa de soya y un frasco de ají que hicieron un poco más grata y variada la experiencia de comer. «Cuando uno simula estar en el espacio, no podemos llevar sal ni otro tipo de alimentos granulados, ya que implican un riesgo de asfixia para la tripulación o de daño para los equipos. Creo que extrañé mucho el darle un poco de sabor a las comidas. A mi regreso a Chile, me esperan con una rica parrillada en casa».
Durante su tiempo libre se dedicó a dibujar y pintar en acuarela, actividad que le ayudó a relajarse y manejar la ansiedad, y de paso decorar los muros de la nave, lo que sus compañeros agradecieron.
A diario debió reportar a los profesionales de la base de control, en un blog individual, no solo lo que realizaba minuto a minuto, desde el tipo de dieta y entrenamiento físico, sino también las emociones que experimentaba. «Había documentos de reporte después de cada experimento individual y grupal, y eso permitirá comprender cómo hombres y mujeres responden física, mental y emocionalmente, a diversas situaciones y condiciones ambientales y físicas, un ejercicio bastante interesante para la planificación de una futura misión lunar, otrora real».
Ahora que la misión ha concluido, Tatiana confiesa que tiene sentimientos encontrados, ya que anhela reunirse con su familia en Concepción, pero lamenta alejarse de esta familia de amigos con quienes ha compartido en los últimos dos años de entrenamiento. También aprovecha de hacer un balance de lo que fue su participación en Asclepios II: «De esta experiencia, atesoraré muchos aprendizajes técnicos, científicos y conductuales, además de amistades para el resto de mi vida. Por ahora, sé que seguiré buscando nuevas oportunidades que me acerquen al espacio, ese lugar fascinante que me cautivó de niña y que me sigue enamorando».
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