Por Mark Minneboo, Director Regional para Latinoamérica de Plastic Oceans International
Desde la semana pasada Chile es parte de la Coalición de Alta Ambición, iniciativa que busca poner fin a la contaminación por plástico hacia el 2040. Junto a países como Noruega, Alemania, Reino Unido y también desde nuestra región, Ecuador y Perú; trabajaremos en tres metas principales para lograr ese desafiante objetivo y resolver la crisis que estamos viviendo. La primera busca restringir el consumo y la producción de plástico a niveles sostenibles; la segunda, promover una economía circular para los plásticos que proteja el medio ambiente y la salud humana; y la tercera, alcanzar una gestión sostenible de plásticos y de reciclaje de residuos plásticos.
Se trata de una inédita acción tras el histórico voto para empezar las negociaciones por un instrumento global jurídicamente vinculante para terminar con la contaminación por plástico, realizado en febrero de 2022 durante la asamblea del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA), proceso que se espera que termine a inicios de 2025.
En los últimos años Chile ha avanzado mucho en temas legislativos para frenar la generación de residuos y la reducción de contaminación por plásticos. Algunos ejemplos aplaudidos globalmente son la reciente ley de plásticos de un solo uso, la ley REP de reciclaje de aparatos eléctricos y electrónicos, y la hoja de ruta hacia una economía circular. Si bien esto constituye un avance, lamentablemente no es suficiente.
Hemos creado un sistema de producción y una sociedad donde el uso de plástico se ha enfocado principalmente en la comodidad y no en su impacto negativo cuando no es usado correctamente. Un sistema lleno de fugas donde el plástico termina en vertederos y en el medio ambiente: desde la transformación de petróleo a pellets hasta el uso de microplásticos primarios en productos de belleza que desembocan en el alcantarillado. Esta es una crisis sistémica y transfronteriza que debemos abordar integralmente, tanto aguas arriba como aguas abajo. Podemos escribir las mejores leyes, pero si no nos ponemos al día con la educación, su fiscalización y, no menos importante, la ciencia; todos esos esfuerzos no serán suficientes para cambiar el rumbo de la contaminación por plástico. Para resolver todo problema, primero debemos comprenderlo.
El plástico es y será parte de nuestra sociedad moderna, y lamentablemente la industria petroquímica siempre buscará una “licencia social” para seguir operando y expandiendo su producción de productos plásticos bajo un sistema lineal. En mi opinión, lo que estamos haciendo deriva de un guión escrito por la industria petroquímica misma, donde nos mantienen ocupados resolviendo las cosas obvias y chicas con leyes y proyectos voluntarios, mientras ya están planificando su siguiente expansión o “solución” que no va a resolver nada. Mientras algunos tratamos de detener esta ola de contaminación, por una parte, por otra seguimos usando cientos de millones de toneladas de plásticos en otros productos y sin la debida gestión final en todo el mundo. ¿Cuándo vamos a aprender a usar este material aparentemente maravilloso, el plástico, en forma responsable y sostenible?
Unirnos a esta coalición ambiciosa internacional me parece una muy buena idea y muy a tiempo, antes de la primera reunión intergubernamental de negociaciones en Uruguay, en noviembre. No es la primera vez que hemos visto proyectos y acuerdos globales con metas voluntarias, pero sin un plan de acción concreto. Espero que la alta ambición de esta coalición se vea reflejada en acciones reales y en una colaboración concreta entre los países; en intercambios de conocimientos, mediciones de la situación actual de la contaminación en Chile, líneas de financiamiento y el desarrollo de una educación ambiental integral, de lo contrario será solo otro titular bonito de un plan sin dientes.
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