Por Carolina Orellana Muñoz, trabajadora social y líder de comunicaciones Fundación OPA de la Universidad de la Frontera
Hace pocas semanas se aprobó en Chile la Ley TEA, la cual garantiza que las personas que presentan esta condición, la cual es de por vida, puedan acceder a un diagnóstico oportuno y acceso a terapias en cualquier etapa de la vida, entre otros derechos fundamentales.
Digo condición, porque el autismo no es una enfermedad mental sino que se trata de personas que presentan patrones diferentes en las conexiones neuronales, lo que explica las diferencias que existen en la percepción y respuesta de los estímulos que se encuentran en el medio.
Uno de los puntos que menciona la Ley TEA es la necesidad de potenciar investigaciones en este ámbito, inicialmente orientadas a la determinación de la prevalencia de la condición lo cual es muy pertinente en términos metodológicos. Es decir, la finalidad es conocer más de esta condición, de dónde viene y, por ejemplo, saber cuántos niños nacen con esta condición sobre la base de un mecanismo adecuado para aquello.
Lo anterior hace mucho sentido pues es lo que permitirá actualizarnos sobre el autismo y a futuro encontrar tratamientos adecuados para cada persona. Porque, por ejemplo, desde ya sabemos de indicadores que dan cuenta de un aumento en el diagnóstico, el cual se puede deber a varios factores, entre ellos, la ampliación en el conocimiento de esta temática y el diagnóstico precoz. Sin embargo, es importante señalar que al día de hoy los instrumentos utilizados para el diagnóstico no son del todo objetivos y tienden a ser más acertados en hombres que en mujeres, lo que significa tener un diagnóstico tardío, con todas las implicancias sociales y emocionales que esto tiene.
Por otra parte, hoy se cuenta con investigaciones recientes, en el campo de la genómica, las cuales intentan explicar si existe una relación entre la alteración de tres genes y el TEA. También están quienes señalan que existe una inflamación del intestino y se han dedicado a estudiar la relación entre microbiota y TEA. Pero, nuevamente, todos los resultados siguen siendo muy preliminares, por lo que falta aún seguir indagando.
Lo que sí revelan fehacientemente estos estudios es que cada persona diagnosticada con autismo presenta diversas manifestaciones y que por lo tanto, no se puede pensar en una terapia estandarizada. Más bien se debe considerar una terapia interdisciplinaria debiendo contar con terapeutas ocupacionales, psicólogos, educadores diferenciales, fonoaudiólogos, entre otros. Los cuales, valga señalar, para la mayoría de las familias son muy difíciles o imposibles de costear. Por esta razón la ley declara el derecho al diagnóstico e intervención de las personas con TEA, asegurando diagnóstico y terapias adecuadas para todos y todas.
En definitiva, el acceso a un diagnóstico precoz, a terapia, a más investigaciones y el apoyo de la sociedad serán las que contribuirán a que algún día la idea de integración quede sólo en eso, sino que sea una realidad. Porque como seres humanos entenderemos que todos y todas somos diversos y que las personas con TEA simplemente poseen otra forma de relacionarse, y que por ningún motivo es que no quieran socializar, ni mucho menos que “vivan en su mundo”.
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