Se trata del primer registro del Aenocyon dirus en la zona norte del país y ratifica que dicha cuenca era habitada por herbívoros de todos los tamaños, además de contar con un clima húmedo y de mayor de vegetación.
Entre las ciudades de Iquique y Pica se encuentra la cuenca de la Pampa del Tamarugal. Unos 14.800 kilómetros cuadrados que van desde la Cordillera de los Andes hasta el Océano Pacífico. Una zona árida y difícil para la adaptación de flora y fauna, pero que hace unos 14 mil años era completamente diferente.
La académica de la Universidad de O’Higgins (UOH), Natalia Villavicencio, junto a sus colegas Francisco Caro, Rafael Labarca, Francisco Prevosti, Gabriela Jarpa, Katherine Herrera, Jacqueline Correa-Lau, Claudio Latorre y Calogero Santoro, de las universidades de Tarapacá, Católica de Chile, Nacional de La Rioja (Argentina) y Nanterre (Francia), realizaron una investigación en la zona, reportando el primer registro en territorio nacional de un “taxón del ‘clado Canis’, asignado al cf. Aenocyon dirus” o un pariente lejano del perro y el lobo.
El hallazgo se trata de una extremidad posterior del animal, parcialmente completa, y que de acuerdo a la comparación de características morfológicas con otros cánidos ya extintos llevó a los investigadores a concluir que probablemente pertenece a un Aenocyon de pequeño tamaño, pariente del Aenocyon dirus, conocido como el lobo gigante de América del Norte, especie extinta que habitó el Pleistoceno, y que es considerado un pariente cercano del lobo gris moderno.
“Este hallazgo es muy importante porque registra, por primera vez en Chile, a la especie Aenocyon dirus y amplía su registro en América del Sur. Hasta este hallazgo solo sabíamos de su presencia en localidades paleontológicas de Venezuela, Perú y Bolivia”, explica la académica UOH, Natalia Villavicencio.
Los restos tienen una edad de más de 14 mil años, época cercana a lo que se conoce como el Evento Pluvial de los Andes Centrales, donde la Pampa del Tamarugal –específicamente su cuenca- contó con mayor humedad y precipitaciones. Esto permitió un aumento en la vegetación, que resultó en cambios en los ecosistemas y en la disponibilidad de recursos naturales para animales y para las primeras comunidades humanas del sector.
De acuerdo a lo expresado por los investigadores, los registros fósiles de cánidos del Pleistoceno de Chile no son frecuentes y generalmente se encuentran incompletos en toda América del Sur. En Chile, la mayoría de los descubrimientos son parte del «Clado Cánido Sudamericano» y fueron hallados en la Patagonia.
“El hallazgo, además de ser muy novedoso a nivel nacional y continental, también completa aún más la reconstrucción de los ecosistemas pasados de la Pampa del Tamarugal, en donde hemos descubierto varias especies extintas como caballos y perezosos gigantes. Ahora también sabemos que un lobo rondaba esos paisajes”, finaliza la investigadora Natalia Villavicencio.
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