ESTUDIAN EL IMPACTO DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN LOS ECOSISTEMAS DE FIORDOS Y CANALES SUBANTÁRTICOS A TRAVÉS DE ALGAS

Investigadores de distintas instituciones nacionales e internacionales, liderados por el académico de la Universidad de Magallanes, Andrés Mansilla, desarrollan un proyecto de largo plazo que implica además hacer monitoreo de marea roja y trabajar con las comunidades locales de la zona de Puerto Williams.

Científicos estudian los efectos del cambio climático en los ecosistemas costeros subantárticos en la Región de Magallanes, en el extremo sur de Chile, monitoreando lo que sucede con la biodiversidad marina y en especial con las algas, que cumplen una serie de funciones, por ejemplo, desde el punto de vista de la captación de carbono.

A través de la línea Centinelas del Cambio Climático, específicamente Centinelas Marinos del Cambio Climático del Proyecto Cape Horn International Center – CHIC, investigadores de la Universidad de Magallanes, Instituto de Fomento Pesquero y de otras Universidades nacionales e internacionales, encabezados por el académico Andrés Mansilla, están estudiando, entre otros tópicos, cual es el impacto del derretimiento de los glaciares sobre las especies hidrobiológicas, que aportan cantidades importantes de agua dulce al sistema de canales y fiordos australes y en consecuencia al borde costero.

Mansilla, detalló que estudiamos los efectos de los cambios climáticos globales utilizando especies determinadas centinelas, que pueden ser las microalgas, que algunas de ellas provocan la marea roja; pueden ser los bosques submarinos de algas pardas, que son ingenieros hiposistémicos que permiten que exista toda la biodiversidad austral y tienen la capacidad de secuestrar carbono, por lo tanto, por lo tanto, son muy importantes de estudiar en el largo plazo.

El investigador de la UMAG agregó que “utilizamos la flora y fauna marina para que nos entreguen información de los efectos de los cambios climáticos globales a nivel marino, costero y oceánico”.

Mansilla explicó que el derretimiento de los glaciares puede afectar a la flora y fauna marina y para ello se realizan mediciones de distintas variables como la salinidad, la luz, entre otras y cómo influyen en el comportamiento de las especies. “Hemos observado, por ejemplo, si los choritos u otros moluscos o crustáceos presentes de las zonas de retroceso glaciar son capaces de adaptarse o qué sucede con las algas y su proceso de fotosíntesis”, detalló el profesor de la UMAG.

Asimismo, explicó que se estudia cómo impacta el retroceso de los glaciares con el aporte de nutrientes que enriquecen el agua.

“Así como las macroalgas tienen un rol fundamental como productores primarios, en la captación de CO2 y en la mitigación del efecto invernadero, y es necesario protegerlas, también es necesario observar qué ocurre con las microalgas, algunas de las cuales producen la marea roja, con el cambio climático ya que pueden aparecer nuevas especies o incrementarse los eventos de Floraciones Algales Nocivas, fenómenos conocidos como FAN”, añaden los especialistas.

La zona subantártica, detalló, tiene la mayor reserva de algas pardas del mundo, bosques submarinos que pueden medir hasta 40 metros de longitud: “en los ecosistemas subantárticos nosotros contamos con la mayor biomasa de bosques submarinos captadores de carbono y que están salvando al planeta de los gases efecto invernadero”, también debemos salvarlas a ellas y buscar medidas de conservación para garantizar la salud oceánica y la biodiversidad marina austral

El proyecto considera diversos sitios de estudio a largo plazo para mediciones periódicas en islas Diego Ramírez, isla Hornos, Parque Omora, bahía Yendegaia y canal de las Montañas

El científico explicó que también se estudia los espacios que dejan los glaciares al derretirse, sitios que pueden ser colonizados por nuevas especies al ser áreas desnudas después del retroceso glaciar.

Los grandes bosques de algas pardas pertenecen a los órdenes Laminariales y Fucales, representados en las costas de altas latitudes en ambos hemisferios. En el caso del Hemisferio Sur, el punto de distribución más austral de los bosques de kelp se encuentra en el archipiélago Diego Ramírez, donde se registran las especies Lessonia flavicansLessonia searlesiana y Macrocystis pyrifera, además de la especie Durvillaea antarctica, un alga parda de gran tamaño que además es utilizada desde tiempos ancestrales en el alimentación humana.

El alga Macrocystis pyrifera es una especie exclusiva del hábitat submareal que forma extensos bosques submarinos conocidos como “kelps”, que tiene un rol ecológico de ingeniero ecosistémico al brindar hábitat, alimento, refugio y áreas de reproducción para una gran diversidad de organismos marinos, además de su función de secuestradores de carbono atmosférico. Es decir, además de resguardar toda la biodiversidad marina austral colaboran en la mitigación del efecto invernadero, consecuencia de los impactos antrópicos como la industrialización.

Marcela Ávila, investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Universidad Arturo Prat, detalló que «el estudio del impacto del cambio climático en las funciones de los bosques de algas pardas en los ecosistemas marinos, es muy importante particularmente en la región de Magallanes, por sus características únicas y por las funciones claves que cumplen, por ejemplo ser hábitat, refugio y sitios de reproducción para numerosas especies de vertebrados e invertebrados marinos, productividad primaria, y sumideros de carbono altamente eficientes».

Marea Roja

Otra de las áreas de trabajo apunta al estudio de las algas que provocan la llamada marea roja y la generación de equipamiento que permita monitorear lo que va sucediendo con ellas. En tal sentido se contempló la instalación de un laboratorio de análisis de toxinas marinas para la comuna de Cabo de Hornos.

Máximo Frangopulos, docente e investigador del Centro de Investigación GAIA Antártica de la Universidad de Magallanes, del CHIC y del IBASE, subrayó la importancia que va a tener para la comuna de Cabo de Hornos, y en particular para Puerto Williams, el poder contar con un laboratorio para el análisis de muestras que potencialmente pueden estar afectadas por algún tipo de toxina marina. Esto ya que dicha zona no tiene actualmente la posibilidad de detectar marea roja lo que afecta las posibilidades de desarrollo gastronómico y turístico, por lo que será un aporte para la comunidad local.

Paralelamente, en este laboratorio se van a monitorear las floraciones locales nocivas, y la aparición de especies que puedan producir toxinas marinas en el medio o en los ecosistemas costeros.

Trabajo con comunidades

Mansilla detalló que este proyecto también implica que los científicos se vinculen con las poblaciones locales y con los sindicatos de pescadores artesanales, “para que ellos también perciban que el cambio climático global nos llega a todos, nos afecta a todos y que tenemos que tener resguardos, en la colecta, en la pesca, en la extracción de recursos, de cómo nosotros podemos repoblar, por ejemplo, especies para no depender solo de los stocks naturales, porque éstos pueden sufrir debido al cambio climático global”.

En tanto, Francisco Ther, investigador de la Universidad de Los Lagos agregó que «pescadores y pescadoras artesanales, así como las comunidades indígenas costeras, son los custodios del litoral y del mar. Nuestro país necesita de ellos y ellas, para la productividad y cuidado de las algas, y la Región de Magallanes no es la excepción. Muy por el contrario, una ciencia moderna no puede desconocer a los grupos humanos que históricamente se han relacionado con el mar y sus recursos.  El futuro de las algas supone ciertamente un trabajo colaborativo en vistas a co diseñar estrategias de sustentabilidad de estas especies».

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