DÉFICIT HÍDRICO Y PRODUCTIVIDAD: ¿CÓMO POTENCIAR LA ADAPTACIÓN Y RESILIENCIA DE LOS CULTIVOS?

Por: Guillermo Toro, Ingeniero Agrónomo y doctor en Ciencias de la Universidad de Chile. Investigador del Centro de Estudios Avanzados en Fruticultura (CEAF).

El agua es un recurso natural indispensable para mantener la vida sobre el planeta. En la última década, la disponibilidad del recurso hídrico tanto para consumo humano como para otras actividades (agrícolas e industriales) ha disminuido a niveles críticos, debido principalmente, a la creciente presión demográfica, a los cambios en los hábitos de consumo de agua y al cambio climático. 

Chile ha sido uno de los países más golpeados por los efectos del cambio climático, siendo la zona central del país la más afectada, debido a una reducción de un 30 % de las precipitaciones desde el año 20101. Esta nueva condición climática sin precedentes de mega sequía, nos está empujando a replantear las principales actividades que requieren del recurso hídrico para su éxito.

En el país, la agricultura consume aproximadamente un 78 % (530 m3 s-1) de agua del total de la demanda actual2. Si consideramos una mantención en la demanda hídrica, sumado a un incremento en las anomalías climáticas, resulta impostergable que se incremente la investigación y el desarrollo de materiales vegetales, para todos los rubros de la agricultura, con una alta capacidad de adaptación y resiliencia al déficit hídrico. 

En el Centro de Estudios Avanzados en Fruticultura (CEAF) hemos enfocado nuestros esfuerzos en detectar los mejores caracteres de respuesta frente al déficit hídrico, pensando en el desarrollo de plantas de cerezo con una alta adaptabilidad a la sequía. 

La producción vegetal se basa principalmente en el equilibrio entre la producción de nueva biomasa (fotosíntesis) y la pérdida de agua desde la hoja a la atmósfera (transpiración). La relación entre ambos mecanismos corresponde a la eficiencia en el uso del agua (EUA). Entonces, en un escenario de déficit hídrico, “el precio” que una planta debe pagar (valorado como volumen de agua) es altísimo para producir un gramo de biomasa. Por ejemplo, en uno de nuestros estudios en plantas de cerezo, observamos que plantas bien regadas tienen una EUA entre 10 y 14 gramos de biomasa por litro de agua consumida, mientras que en déficit hídrico la EUA entre los genotipos evaluados mostró una variabilidad entre 6 y 13 gramos de biomasa por litro de agua. Por lo tanto, la variabilidad observada en respuesta al déficit hídrico nos permitirá seleccionar los mejores genotipos, los cuales tendrán una alta capacidad adaptativa a ambientes áridos y semi-áridos.

Según estimaciones, en las próximas décadas la zona central de Chile sólo incrementará su nivel de sequía1, por lo tanto, nuestro trabajo no solo será identificar y seleccionar material vegetal y adaptarlo a climas áridos, sino que también valorar cultivos con un alto potencial energético y productivo que se hayan naturalizado en zonas con un alto grado de sequía. 

Grandes esfuerzos se han realizado en Chile estudiando, por ejemplo, la quínoa, el granado, entre otros. En el CEAF, y junto con la Universidad de O’Higgins hemos iniciado un programa de mejoramiento genético de cucurbitáceas con el objetivo de generar portainjertos con un alto grado de tolerancia al déficit hídrico. La búsqueda de material genético se ha basado en una gran amplitud de climas, por ejemplo, hemos obtenido germoplasma de Lagenaria siceraria proveniente de zonas áridas de Sudáfrica. Al mismo tiempo, hemos realizado una prospección de genotipos locales de Lagenarias, las cuales provienen de zonas como Illapel, Chépica, Rengo, Osorno, entre otros. Por lo tanto, la obtención de portainjertos para cucurbitáceas apoyará en el futuro cercano la producción de, por ejemplo, cultivo de sandía, permitiendo a los agricultores trabajar con genotipos adaptados a las condiciones locales.

En este escenario, nuestra obligación para las próximas décadas será entender el comportamiento del medio ambiente y su interacción con los cultivos, y así generar una integración funcional entre el genotipo y el medio ambiente, que no solo funcione como trampolín para la generación de plantas que se adapten a los cambios en el clima, sino que también sean resilientes a estos cambios, manteniendo la productividad.

1Garreaud, R.D., Boisier, J.P., Rondanelli, R., Montecinos, A., Sepúlveda, H.H., Veloso-Aguila, D., 2020. The Central Chile Mega Drought (2010–2018): A climate dynamics perspective. International Journal of Climatology 40, 421-439

2http://www.sna.cl/ww/admin/spaw2/uploads/files/Vocero%20-%20marzo%202010.pdf

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