INDEPENDENCIA EN ESTUDIANTES: CLAVE EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Lejos de las salas de clase y de la interacción más significativa entre compañeros/as y profesores/as, los estudiantes pueden ver mermada su motivación e inclinación hacia nuevos conocimientos y a aprender mediante el error. Por eso, desde Fundación Impulso Docente, invitamos a las comunidades educativas a pensar de manera estratégica la retroalimentación con sus alumnos, es decir, aquella información que los docentes comunican a niños y jóvenes con la intención de mejorar su aprendizaje. “Si vamos promoviendo una retroalimentación constante, vamos preparándolos para que el día de mañana sean capaces de autoevaluarse y observar qué es lo que pueden mejorar para avanzar hacia su bienestar”, señala María José Encina, Coordinadora de Proyectos de Liderazgo Pedagógico de Impulso Docente.

¿Cómo conseguir una retroalimentación efectiva? Aquí entregamos algunas indicaciones:

—Primero que todo, construye una relación de confianza, “prepara la tierra para sembrar”, señala Encina. Que el alumno sienta que los comentarios de su profesor vienen desde la absoluta confianza y no desde la crítica o el desprecio. De esta manera, los estudiantes verán en la retroalimentación un espacio seguro donde el estudiante puede compartir sin tener miedo al error. Comenzar hablando desde lo positivo también va en esa dirección.

Segundo:

Crea poco a poco un hábito. “Lo importante es hacerlo sistemáticamente y no ocasionalmente, de tal modo que el/la estudiante espere esta instancia de retroalimentación, experimente logros y vea en sí mismo un crecimiento”.

Tercero:

Convertir esta instancia en una oportunidad de aprendizaje. “A través de lo que nosotros llamamos andamiaje, el estudiante recibirá el apoyo para que avance hacia su meta de aprendizaje. Este apoyo moviliza al estudiante respecto de su zona de desarrollo próximo, que es el espacio que hay desde su zona de desarrollo efectivo hasta su desarrollo potencial”.

Asimismo, no hay que olvidar que la retroalimentación debe estar alineada al objetivo de aprendizaje. “Por ejemplo, cuando le pedimos a nuestros estudiantes un trabajo y empezamos a revisarlo, nos damos cuenta de que quizá tiene unas diez áreas de mejora. ¿Qué pasa si le doy retroalimentación sobre estas 10 áreas de mejora? Por supuesto que será difícil que el estudiante se haga cargo de todo a la vez. Por lo tanto, debo enfocarme en aquellas acciones que se vinculan directamente con el objetivo que declaré en mi clase. Eso es muy, muy importante”, señala Encina. 

Finalmente, es clave que la información que podamos entregarle al alumno sea significativa, es decir, “dar a conocer lo que el estudiante debe realizar, no lo que no hizo” y, por supuesto, que esa información llegue a tiempo, cuando los estudiantes aún tengan tiempo de integrar esos aprendizajes. Si no es así, puede fomentar un sentimiento de frustración.

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