El reciente 4 de octubre de 2021, más de 3 mil millones de personas en todo el mundo, quedaron completamente desconectadas de sus rutinas digitales por más de siete largas horas, en lo que ha sido el mayor apagón que hemos visto en las redes sociales. Para muchos la situación no pasó más allá de solo perderse las actividades de sus amigos y familiares, al no poder acceder a los servicios de WhatsApp, Facebook e Instagram.
Sin embargo, para un número no menor de individuos, me atrevería a decir cientos de miles, este “Digital Blackout” significó la caída de la comunicación en sus empresas, la incapacidad de transmitir mensajes clave, y en definitiva, incalculables pérdidas en gestión y productividad.
La primera lección que se debe interiorizar tras este imprevisto de escala global, es que no existe una gigante tecnológica que sea inmune a una caída. Cualquiera, y en cualquier momento, puede sufrir una interrupción en su servicio, lo que puede dejar a la deriva a miles, e incluso millones de afectados.
Por lo anterior, la segunda lección es que, para mantener la operatividad y el flujo normal de la comunicación, la información y los datos dentro de una empresa, se debe adoptar una arquitectura tecnológica diversificada que permita desarrollar planes de contingencia capaces de garantizar la continuidad del negocio.
Actualmente, para evitar este tipo de complejidades de carácter crítico, el modelo de arquitectura tecnológica más utilizado y recomendado a nivel empresarial es la Nube Híbrida, en la que interactúan uno o varios proveedores de Nubes Públicas, con la infraestructura instalada localmente en la empresa (on premise), lo que puede implicar Data Centers y Nubes Privadas.
En esta configuración, el funcionamiento de las aplicaciones puede moverse entre las diversas infraestructuras, permitiendo que ante una contingencia, se distribuyan las cargas y se pueda garantizar la continuidad operacional con el menor rezago posible.
Obviamente, las bondades de movilizar los datos y aplicaciones a la Nube son numerosas, pero no infalibles, y al igual que en materia financiera, la diversificación es fundamental para disminuir el riesgo. En la industria TI esta lógica es exactamente la misma.
Si tuviese que plantear tres recomendaciones al momento de diseñar la arquitectura TI en la que descansará la operación del negocio y sus procesos críticos, la primera es que siempre se debe diversificar el riesgo ante posibles fallas, permitiendo que las aplicaciones y los datos puedan moverse entre diversos sistemas en forma fluida y permanente. Esto va a contribuir a mantener la continuidad operacional en la mayor cantidad de contingencias posibles, desde desastres naturales hasta ciberataques, errores humanos, etc.
La segunda es resguardar el capital digital de las empresas, esto es, los datos. Siempre se debe mantener el control de la información, ya sea para recuperarla, replicarla, extraerla y procesarla en cualquier momento que se requiera. No es recomendable depender en un 100% de tecnología externa para la operación de nuestra compañía.
En tanto, la tercera recomendación es que, además de diversificar el funcionamiento de los procesos, y de mantener el control de los datos en todo momento, siempre será necesario diseñar un sistema de protección y recuperación al que se pueda acceder rápidamente para reiniciar el sistema. Esto no hay que concebirlo como una caja fuerte de alta seguridad que para acceder tenga tanta complejidades que haga muy lento recuperar lo guardado, sino más bien como una solución de protección continua que permita la recuperación rápida en caso de emergencias.
Finalmente, hoy es posible contar con arquitecturas híbridas capaces de evitar caídas e interrupciones en los servicios y la operación empresarial. Adoptarlas implica una decisión previsora, responsable, y en el largo plazo, económicamente eficiente.
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