Por Josefa Ibaceta, co-directora de red INVECA e.V, Red de Investigadores Chilenos en Alemania y MSc. Ing. Civil Mecánica. Su interés científico se enfoca en impactos y medidas de mitigación del cambio climático. Doctoranda de la Universidad Técnica de Berlín. Su investigación se centra en el estudio de materiales semiconductores para celdas fotovoltaicas de tercera generación.
El Día Mundial de la Eficiencia Energética se celebra anualmente el 5 de marzo desde 1998. La idea es concientizar a la población sobre el uso de la energía de forma razonable y sustentable para así controlar el aumento de temperatura de la tierra y disminuir los efectos del cambio climático. Según el informe de las Contribuciones Nacionalmente Determinadas en Chile ya se perciben algunas consecuencias del cambio climático. Hubo un aumento de las temperaturas a lo largo del país, especialmente en la cordillera de Los Andes y la zona norte, con un aumento de temperatura de 1,5°C a 2°C. Además, se predice una importante disminución de precipitaciones entre las regiones de Atacama y Los Lagos. Para evitar que empeore la situación se busca optimizar los procesos de producción y regular el consumo de energía, sustituir los combustibles fósiles por fuentes renovables, limitar el consumo desenfrenado de productos e incentivar el reciclaje.
En Chile, las emisiones de gases invernadero se distribuyen aproximadamente en 80% provenientes del sector energético (respecto al consumo de combustibles fósiles) y 20% del sector agropecuario. Dentro de las medidas que podemos implementar como consumidores son conocidas el uso del transporte público versus el privado y mejor aún, la bicicleta o caminata; el cambio de la dieta y apagar la luz o cerrar el agua cuando no se estén usando. Para identificar el impacto de estas medidas se utilizan indicadores como la huella de carbono. Éste contabiliza las emisiones de gases de efecto invernadero. También está la huella hídrica que define cuánta agua dulce se consume en el proceso de fabricación. Por ejemplo, en términos de huella de carbono, una dieta alta en carne produce 2,6 toneladas de CO2 anuales. Una dieta basada en pollo produce 4 veces menos y la vegetariana 10 veces menos.
Por otra parte, podemos hablar de la huella hídrica de la basura. En Chile, se generan 8,1 millones de toneladas de basura al año, coronándonos como el país de Sudamérica que genera la mayor cantidad de basura. De estos, solo se recicla el 8% del plástico y el 1% de residuos orgánicos. ¿Cuánta agua botamos a la basura cuando nos deshacemos de nuestra ropa? 4.400 litros en zapatos o zapatillas, 3.000 litros en pantalones de algodón y 1.000 litros una camisa de fibra sintética. ¿Una botella de plástico? 4 litros de agua por botella, ¿y el papel? 20 litros por cada hoja, ¿Y si se echa a perder la comida? Frutas entre 50 a 100 por unidad, por ejemplo, 25 litros por una papa. Hay que tener especial cuidado con la leche, porque son 1.000 litros de agua por cada litro, con la palta 400 a 2.000 litros por kilo dependiendo de la aridez de la zona de producción, y la carne 15.400 litros por kilo de vacuno.
El efecto de la cuarentena debido al COVID generó efectos positivos al ecosistema, como por ejemplo, disminuyó temporalmente la contaminación ambiental y el consumo de combustibles en más del 30%. En tanto, el consumo de electricidad aumentó en más de un 30% y se incrementó la cantidad de basura debido a compras por internet. Además, a nivel mundial, han llegado a los océanos más de 1,56 billones de mascarillas, lo que en unos 450 años ocasionará fatales consecuencias en el fondo oceánico.
En plena era digital hay cada vez más plataformas donde podemos encontrar lo que alguien ya no necesita y en excelentes condiciones. Alquilar y reutilizar es otra forma de reciclar, donde cada uno puede aportar. Antes de comprar preguntémonos ¿realmente lo necesito? ¿Cuánto tiempo lo voy a usar? Éstas son solo un par de preguntas de tantas más que harán más consientes nuestros hábitos de consumo y nos harán más responsables con el entorno en que habitamos.
