Para asegurar los buenos resultados del proceso de potabilización, cada año se realizan más de 1 millón de controles. Estos análisis se ejecutan en las fuentes de abastecimiento del agua potable, subterráneas o superficiales, en las plantas de potabilización, y en las redes de distribución que llevan el agua a todos los hogares de las ciudades.
Si bien el 2024 fue un año lluvioso -y esto representa un alivio a la mega sequía que afecta al país hace más de 14 años-, las olas de calor, los incendios forestales y las inundaciones dejan en claro que tendremos que adaptar nuestro país al nuevo escenario. Por otro lado, frente a la llegada del Fenómeno de La Niña -que en comparación al fenómeno de El Niño trajo más precipitaciones en Chile- provocaría más sequías.
Pese a este contexto, hasta ahora, las ciudades del país no han enfrentado alteraciones en el suministro producto del cambio climático. Las empresas de agua potable y saneamiento han destinado un intenso y continuo plan de inversiones y obras para evitar este impacto. Por ejemplo, en el lapso correspondiente entre los años 2020 y 2040, se destinarán inversiones por más de US$ 2.378 millones para hacer frente al cambio climático. Sin embargo, para avanzar de la mano de la profundidad que ha manifestado el cambio climático, es necesario continuar desplegando más infraestructura sanitaria para hacer frente a los próximos eventos y sobre todo adaptarnos.
Ahora bien, en este contexto vale la pena entender cómo se determina la calidad del agua en Chile y los esfuerzos en esta materia.
En Chile, la forma de evaluar la calidad del agua potable es la misma en todas las localidades del país: la Norma Chilena 409 (NCh 409/1), que establece los elementos que deben estar presentes en el agua de la llave y en qué niveles, una norma creada por médicos, y basada en recomendaciones que hace la Organización Mundial de la Salud.
La norma chilena de calidad 409 es tanto o más exigente que la recomendación de la OMS y mucho más que las regulaciones que hoy se aplican al agua envasada. Asimismo, esta norma toma en cuenta la realidad nacional en lo que se refiere a las distintas fuentes de abastecimiento de agua a lo largo del país y a las tecnologías de tratamiento para la producción del agua potable.
“Esta norma permite controlar 43 elementos que pudieran estar presentes en el agua potable. Para asegurar los buenos resultados del proceso de potabilización, cada año se realizan más de 1 millón de controles. Estos análisis se realizan en las fuentes de abastecimiento del agua potable, subterráneas o superficiales, en las plantas de potabilización, y en las redes de distribución que llevan el agua a todos los hogares de las ciudades. A partir de esto podemos ofrecerle a toda la población un agua segura y de calidad para que puedan beber”, explican desde la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Sanitarios (Andess).
El cumplimiento de los parámetros de calidad del agua potable alcanza al 99%. Ello, unido a los niveles de cobertura y de recolección y tratamiento de aguas servidas, coloca a Chile entre los países con mejores estándares de servicios sanitarios en el mundo.
“Tomar agua potable en las ciudades chilenas es sano y es seguro para la salud. Es una afirmación que como industria podemos hacer con toda responsabilidad: el agua que producen las empresas sanitarias chilenas es apta para el consumo humano y para todo uso doméstico habitual (higiene personal, aseo, consumo animal, etc)”, señalan desde Andess.
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