En tiempos de crisis climática, la seguridad alimentaria es un objetivo clave para los investigadores, quienes pueden encontrar soluciones innovadoras para mejorar la competitividad, la productividad y la adaptación de los cultivos frente a las variaciones meteorológicas. ¿Cómo avanzar en la dirección correcta? ¿Qué oportunidades tiene la transferencia tecnológica? Por: Hortencia Fritz A.
El conocimiento avanza a gran velocidad. En ello, la ciencia aplicada, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas pueden impulsar diversas transformaciones, a través de la transferencia tecnológica. Sin embargo, falta mucho camino por recorrer para dar respuesta a los requerimientos del mundo productivo.
Uno de los sectores que está viviendo serias dificultades a causa del impacto del cambio climático es el mundo agrícola. Esto considerando su dependencia directa de las condiciones meteorológicas. Sequías prolongadas, olas de calor y heladas. También menor productividad y desplazamiento de las zonas tradicionales de cultivo hacia el sur del país. Al mismo tiempo, se observa mayor riesgo en la propagación de plagas dañinas. Por mencionar algunos de los alcances.
En esa línea, identificar dónde estarán las oportunidades en transferencia tecnológica para mejorar la producción de alimentos y asegurar su disponibilidad, es fundamental.
Esto permitiría contar con soluciones que mejoren la eficiencia y el rendimiento de los cultivos. También, su capacidad de adaptación a los escenarios climáticos que vienen.
Por ello, la relación con el ámbito productivo es clave. “La oportunidad se presenta al mantener un vínculo cercano con el sector productivo, ya que los requerimientos evolucionan, y las soluciones deben evolucionar al mismo ritmo”, plantea el ingeniero en industria, Rodrigo Muñoz, gestor de Transferencia Tecnológica del Centro de Estudios Avanzados en Fruticultura (CEAF), diplomado en Liderazgo de Innovación Massachusetts Institute of Technology (MIT), quien es además magíster en Gestión Tecnológica UTalca.
¿Qué factores pueden definir la transferencia tecnológica en el agro? ¿Cuáles son sus diferencias con otros sectores?
La adopción de tecnologías, usabilidad y el aprendizaje determinan el éxito, es decir, tener claridad en torno a sus indicadores y los resultados que entregan.
En el cultivo de frutales, no solo hay aspectos asociados a la productividad. También se deben considerar temas relacionados con el mercado, es decir, lo que el consumidor requiere. Por esto, es clave la adopción de tecnologías para el incremento de los atributos sensoriales valorados en el punto de destino, resistencia, color, vida útil, entre otros. También, la incorporación de las medidas y barreras de protección para llegar a punto de destino o punto de venta.
En torno a los efectos del cambio climático, y principalmente, la sequía que golpea nuestro país y las zonas de cultivo, contamos con datos para ir identificando oportunidades. Por ejemplo, en 2019 la superficie plantada en Chile alcanzó las 342.671 hectáreas, con la mayor concentración de cultivos en la región de Maule con un 22,3% y la región de O’Higgins con 24,9%. Hoy, las tecnologías disponibles para riego se han desarrollado y mejorado, y su nivel de implementación en la región de O’Higgins llegan al 66.2% de riego por goteo, 7.8% por microaspersión, 5% por tendido y 20.8% por surco, lo que evidencia una brecha importante en incorporar mejoras en los predios. Esto lo podemos comparar con la presencia y el crecimiento en el mercado de aquellas empresas, que producen frutas y verduras por medio de la agricultura vertical.
En ciencia aplicada, la construcción de modelos de trabajo puede orientar mejor el quehacer de los investigadores al considerar estos condicionantes. ¿Cuál es la experiencia del CEAF?
Nuestra metodología de trabajo busca visualizar problemas transversales en el sector y qué herramientas tecnológicas pueden servir para obtener el fruto que se desea.
En paralelo, estas herramientas evolucionan cuando cambia el productor, los requerimientos y/o aparecen otras soluciones. ¿Cómo se puede impulsar la investigación y el desarrollo? Observando y trabajando en forma conjunta con los productores. Veamos qué ha pasado con las empresas tradicionales y cómo se adaptaron. Las que no lo lograron, dejaron de estar en la misma posición. La innovación requiere de «musculatura», paciencia y obstinación, ya que cuando se acierta se genera un antes y un después.
El rol de los startup en diferentes sectores productivos ha marcado la velocidad del cambio. Esto no solo en el agro, sino que en la creación de soluciones y la capacidad de adaptarse a los requerimientos, lo que ha llevado a dejar ciertas prácticas.
Es así como hoy la toma de decisiones se hace a una mayor velocidad y con una amplia disponibilidad de información. De esta manera, se pueden ajustar los modelos de negocios de manera más ágil. A modo de ejemplo, en cifras las startup chilenas han logrado un nivel de ventas por sobre los US$140 mill. De ellos, US$63 mill se han alcanzado en los últimos 12 meses en el mercado nacional.
Sin embargo, pasar del laboratorio al mercado exige paciencia frente a los ciclos de los cultivos. Por ello, la búsqueda de soluciones es variable y extendida en la agricultura. ¿Cómo retroalimentar estos procesos de forma certera para llegar a la meta sin perder la ruta?
Lo primero es mencionar que vamos a estar buscando la ruta, permanentemente, ya que las soluciones se construyen y se deben ajustar. Se debe asumir que nos vamos a equivocar. Sin embargo, se avanza en conjunto y los aprendizajes son compartidos. Por eso, esta relación debe ser de confianza y colaboración, y eso no se logra de un día a otro.
El “empaquetamiento tecnológico” es determinante al poder ofrecer una solución tecnológica amable con el usuario y que se pueda implementar realmente, es decir, que los resultados de la investigación den origen a una solución tangible para el productor. Es por esto que el laboratorio y el campo deben “conversar” de manera fluida.
Otro factor importante es el apoyo financiero para la práctica de la innovación. Ahí, es clave el rol gubernamental y su apoyo financiero para realizar emprendimiento tecnológico en el país. En ello, el apoyo de Corfo es determinante al impulsar el emprendimiento tecnológico. A modo de referencia, Innova Chile desde el año 2010 a la fecha en proyectos tecnológicos enfocados en el agro a dispuesto más de $43.000 mill y se han certificado por la Ley de Incentivo Tributario más de $46.500 mill en el proyectos para el sector; es cierto que son más los proyectos que solicitan financiamiento, y que se requiere mayor apoyo a la adopción de tecnología, por lo mismo, se deben potenciar otros espacios de colaboración, que hoy existen, para consolidar la transferencia tecnológica, el rol de los Hub y de los GTT son fundamentales para conectar actores relevantes.
Innovar es el camino
La crisis climática y sus alcances nos imponen un enorme desafío. ¿Cuál es la prioridad para quienes están investigando y buscando nuevas soluciones?
La oportunidad de crear tecnología, de lograr mejoras importantes, de ser más responsables con el medio ambiente es algo a lo que debemos estar dispuestos. Se dice «innova o muere» y es así.
En el escenario actual, las señales que nos da el entorno son claras. Necesitamos más alimentos y tenemos menos superficie cultivable y menos agua. Lo que FAO señala en torno a los desafíos futuros es que se requiere un incremento enorme en la productividad y responsabilidad del uso de recursos. Para el año 2030, el crecimiento de la población se espera que llegue a 8.500 millones de personas en el mundo, con una tasa de aumento de la demanda de alimentos de un 1,2% anual, por lo cual, los efectos del cambio climático, el aumento de la longevidad, y la disminución de la superficie disponible para plantación son señales claras en torno a la producción y rendimientos de los predios.
Aunque no todo es productividad. El buen consumo de alimentos es prioritario y con esto el volumen de alimentos que desperdiciamos o food waste. A modo de referencia, según FAO entre la cosecha y la venta al por menor, se pierde alrededor del 14% de todos los alimentos producidos a nivel mundial.
La misma fuente indica que en Chile tenemos un 3,4% de la población con desnutrición. Por lo cual tenemos un desafío país en el ser más conscientes al momento de elegir los alimentos y aprovecharlos al máximo, así como reducir la cantidad de alimentos que se pierden. Es un imperativo ético para una potencia alimentaria como Chile.
Revisa nuestra sección Agricultura aquí.