Hace algunas semanas se abrieron las postulaciones para la Feria Antártica Escolar, un concurso único en el mundo, que es organizado por el Instituto Antártico Chileno (INACH) donde estudiantes de educación media de todo el país pueden postular sus propuestas de investigación antártica. El premio para las y los ganadores es poder integrar la Expedición Antártica Escolar (EAE), una travesía soñada a la base Profesor Julio Escudero del INACH en isla Rey Jorge, donde los jóvenes pueden conocer e interactuar con investigadores del Programa Nacional de Ciencia Antártica.
¿Cómo se realiza una expedición escolar en la Antártica?
La última EAE se efectuó en febrero de este año y fue integrada por los ganadores de versiones anteriores de la FAE. Ellos son Matías Peña y Leandro Escobar (ambos del Liceo Carlos Cousiño Goyenechea de Lota), Matías Rojas (Greenhill College de Punta Arenas), Nicolás Morales y su profesora Eniuska Azócar del Colegio Evelyn’s School de Santa Cruz; Sofía Cerpa (Colegio Inglés Saint John de Rancagua), Selena Pizarro y Diego Escobar del Liceo San Antonio de Colina de la región Metropolitana.
Tras meses de planificación y reuniones virtuales, finalmente llegó el día de viajar hasta Punta Arenas, algunos fueron en bus desde sus ciudades al aeropuerto de Santiago y otros desde Concepción. Al llegar tuvieron que cumplir con siete días de cuarentena preventiva en un céntrico hotel de la ciudad austral y les practicaron dos exámenes de PCR.
Al tener el último resultado negativo se les permitió viajar desde el aeropuerto de Punta Arenas al aeródromo Teniente Marsh en isla Rey Jorge, Antártica y de ahí fueron caminando hasta base Escudero donde los esperaban con un nutrido programa de actividades, que no les daría mucha tregua durante su estadía.
Después de almorzar, las y los científicos les contaron brevemente a que se dedicaban y cuáles son sus líneas de investigación. Ese día también fueron testigos de algo poco común: vieron un pingüino emperador, un ejemplar que no suele habitar en ese sector. Acto seguido, estudiantes, logísticos e investigadores se acercaron lentamente y guardaron la distancia para registrar con sus cámaras este acontecimiento.
Luego dieron un tranquilo paseo en la lancha Isabel por la bahía Fildes para tomar muestras de agua del sector junto a Sebastián Menéndez, biólogo marino e integrante del Departamento Científico del INACH, para analizarlos en el laboratorio y encontrar pequeños crustáceos. También aprenderían sobre el laboratorio TARP (Transportable Antarctic Research Platform) con el climatólogo de la Universidad de Santiago de Chile, Diego Campos. Esta charla sería muy relevante, ya que antes de las 09:00 horas del día siguiente debían estar en el TARP para presenciar el lanzamiento de la radiosonda, un aparato similar a un globo que sirve para medir diferentes parámetros atmosféricos.
Para la siguiente actividad, el personal logístico los encaminó hacia la base Artigas de Uruguay para realizar una caminata hacia una elefantera donde podrían observar diversas especies de lobos marinos, elefantes marinos, algunas focas, petreles, skuas, entre otros. Lucas Krüger, especialista en aves antárticas del INACH guió a los estudiantes hacia una colonia de petreles antárticas y luego enfilaron sus pasos hacia la playa, donde no fue sencillo caminar por los lobos marinos que se acercaban al sentir la presencia humana.
Algunos minutos más tarde y su cuota de cansancio incluida lograron llegar hasta un viejo refugio ruso donde pudieron disfrutar de una rica colación de panes con manjar, barritas de cereal, chocolates y galletones de avena. Lucas aprovechó a mostrarles el drone como una herramienta para contabilizar poblaciones de aves. Luego iniciaron el retorno, cruzando por pequeñas corrientes de agua que les dificultaban la caminata. Finalmente, el personal logístico los condujo de regreso a la base.
A su llegada, se cambiaron de ropa y se turnaron para ducharse, ya que estaban a cargo de preparar la cena para toda la base, alrededor de cincuenta personas. El menú era pollo con papas fritas, sopa de verduras y de postre duraznos. Los jóvenes se encargaron de preparar y servir la comida, lavar, guardar la loza y dejar impecable el comedor.
En su tercer día iban a navegar en la Karpuj, embarcación que los acercó al glaciar Collins y dadas las buenas condiciones climáticas llegaron hasta península Potter donde se ubica la base argentina Carlini. Gran parte del grupo se situó en la proa del barco para apreciar y fotografiar el paisaje, deslumbrados por la belleza de los hielos y el vaivén de las olas. Pero, también disfrutaron de la compañía de la tripulación, de una agradable conversación y un delicioso almuerzo compuesto por empanadas de queso, carne asada con arroz y un rico pan amasado. A su regreso en la base, jugaron bingo en el comedor, la mayoría estaba con mareo de tierra que afortunadamente cesó con el descanso reponedor.
Al cuarto día acompañaron al Dr. Gustavo Zúñiga de la Usach y a la estudiante Nicole Queirolo a muestrear musgos de un pequeño cerro aledaño a la base para luego medir en laboratorio la capacidad fotosintética de estas plantas y comprender los efectos del cambio climático. Además tuvieron una actividad en el laboratorio junto al Dr. Pedro Echeveste de la Universidad de Antofagasta donde aprenderían cómo los bloqueadores solares aportan a la contaminación marina y también tuvieron la oportunidad de conocer el trabajo en algas antárticas que realizan Zambra López, Karin Gerard y Francisco Bahamonde, investigadores de la Universidad de Magallanes, y visitaron el pañol de buceo en compañía de los buzos especialistas Yethro Henríquez y Bastián Añasco.
A la noche, los jóvenes organizaron un karaoke antártico preparándose para la despedida y muy tristes se fueron a acostar, organizando sus bolsos para el retorno a Punta Arenas. Pero el martes amaneció con un fuerte temporal de viento que impediría la llegada y salida de los vuelos. La mayoría estaba feliz de quedarse un día más en la base, aunque con algo de incertidumbre, pero todos avisaron a sus familias que el vuelo estaba suspendido.
Como no cesaba el viento, se organizó una actividad al interior donde debían armar un ciencia-cuento en kamishibai (teatro de papel), la idea era crear una historia en base a lo aprendido estos días con apoyo y asesoría de las y los científicos, dibujar, pintar para luego presentarlo frente a toda la base.
Al día siguiente, el vuelo tampoco saldría por la neblina y las escasas condiciones de visibilidad, por lo que un grupo de científicos y logísticos acompañaron a los jóvenes de la EAE a una caminata a otra elefantera cercana al aeródromo Teniente Marsh. Y después de almuerzo, recorrieron los alrededores de la base, villa Las Estrellas, caminaron cerca de la base rusa Bellingshausen y de la iglesia rusa, además de apreciar otra vista desde el cerro que está detrás de base Escudero.
Al séptimo día el avión tampoco podría salir por la espesa neblina, pero aprovecharon a caminar tranquilamente hacia el istmo Ardley, cercano a la isla donde habían pingüinos papúa y barbijo. Hallaron un lugar con algo de nieve, donde aprovecharon para hacer una competencia de monos de nieve y deslizarse o rodar hacia abajo. Felices pero muy empapados, regresaron a la base. La tarde sería más tranquila, ya que apoyarían a los cocineros de la base a preparar una deliciosa cena.
En el octavo día se organizó un conversatorio con los científicos. Cada grupo contó en qué consistió el trabajo con el que ganaron la Feria Antártica Escolar. Matías Rojas, Nicolás Morales y la profesora Eniuska Azócar presentaron “División en Larsen C: la historia de los sismos que alteraron la geografía del continente antártico”. Luego Matías Peña y Leandro Escobar, ganadores de la categoría de Ciencias Sociales, comentaron su propuesta: “Micrometraje en la Antártica: propuesta didáctica para la generación de conocimientos, interés y cuidado del continente blanco sobre las investigaciones científicas microbianas”.
Luego fue el turno de los ganadores de investigaciones bibliográficas. Primero, Sofía Cerpa habló sobre el “Efecto del cambio climático al sistema inmunológico y la susceptibilidad a enfermedades que aquejan a Pygoscelis antarcticus y Pygoscelis adeliae en la Antártica” y Selena Pizarro y Diego Escobar contaron cómo fue hacer su trabajo: “Crioconitas en los Valles Secos de McMurdo, el derretimiento de los glaciares y sus repercusiones en el fitoplancton antártico”. Se formó un diálogo muy enriquecedor en que cada investigador fue haciendo sus consultas sobre los diferentes temas, entregando comentarios constructivos y también alentando a los estudiantes a cumplir con sus sueños, independiente de su área.
A la tarde navegaron nuevamente en la Karpuj pero el recorrido fue hasta isla Ardley. La mayoría quería ir casi todo el viaje afuera del barco, táctica que emplearon para no marearse en la travesía anterior. Pero, caía un incesante agua nieve y varios optaron por entrarse y tomar once en el comedor del barco. Afortunadamente fue un viaje relativamente tranquilo y nadie sufrió de mareos.
Al noveno día regresarían finalmente a sus hogares, por lo que en la mañana prepararon sus bolsos, los entregaron en el hangar y se relajaron viendo películas en el segundo piso de la base. Aprovecharon a tomarse las últimas selfies grupales y se embarcaron en el avión de regreso. Muy agradecidos por la experiencia vivida, algunos comentaban que desean regresar a Antártica en los próximos años, quizás cuando sean tesistas de pregrado acompañando a algún investigador antártico o directamente cuando ya sean profesionales. Solo el tiempo dirá si los volveremos a ver. Pero independiente del camino que opten por seguir, estas vivencias los acompañarán de por vida.
Si te interesa poder vivir una experiencia similar en el Continente Blanco, INACH te invita a postular tu propuesta de investigación antártica a la FAE, cuyo proceso de postulación estará abierto hasta el 9 de junio del 2022. Más información disponible en el sitio web: www.inach.cl/fae y el correo electrónico de consultas: fae@inach.cl
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