EL FIN DEL ALZHEIMER: USAR EL MÓVIL E INTERNET PUEDE PROTEGER TU MENTE, PERO ¿A QUÉ PRECIO?

En la era digital, los adultos mayores están conectándose como nunca antes. Sin embargo, el crecimiento en el uso de móviles e internet entre este grupo plantea una nueva pregunta: ¿mejor salud mental… a costa de más consumo energético? Estudios recientes apuntan a beneficios cognitivos ligados al uso digital, pero abren también una brecha sobre el precio energético y social de esta “nueva medicina tecnológica”.

¿Mejor salud cognitiva con más luz, más WiFi y más pantallas?

Según investigadores del Centro Nacional de Epidemiología y el CIBERESP, los adultos mayores que utilizan móviles e internet con regularidad presentan tasas significativamente más bajas de deterioro cognitivo. La conexión digital, lejos de ser una distracción, parece activar funciones mentales esenciales: memoria, razonamiento, interacción social. La paradoja es clara: para mantener activa la mente, hace falta mantenerse también enchufado.

Este “efecto protector” de la tecnología, sin embargo, implica una transformación del hogar tradicional de los mayores en un pequeño ecosistema digital:

  • Router funcionando las 24 horas
  • Móviles en constante carga
  • Tablets conectadas a plataformas de vídeo
  • Asistentes inteligentes de voz en uso continuo

Todo esto multiplica el gasto energético en viviendas que antes tenían consumos mínimos.

¿Estamos preparados para sostener este cambio? Muchas viviendas de personas mayores no están adaptadas a un uso digital intensivo: instalaciones antiguas, falta de eficiencia energética, electrodomésticos obsoletos. El coste de luz, además, impacta directamente en sus pensiones. Así, el salto digital puede traducirse en un salto en la factura eléctrica. Y mientras tanto, el mensaje institucional sigue siendo el mismo: digitalízate o quédate atrás.

Tecnología, salud mental… ¿y huella energética olvidada?

Los titulares celebran los beneficios del uso de pantallas para combatir el deterioro cognitivo, pero rara vez se habla del otro lado: la huella energética que este modelo de envejecimiento digital conlleva. Desde el funcionamiento de los servidores hasta la recarga constante de dispositivos, la dependencia tecnológica tiene un coste ambiental y económico que no puede ignorarse.

Además, la “digitalización saludable” se apoya en una infraestructura invisible que no todos pueden permitirse:

  • Buena conexión a internet
  • Equipos en buen estado
  • Conocimientos para usarlos sin depender de terceros

No es solo cuestión de dar una tablet; es cuestión de quién puede mantenerla encendidaconectada y actualizada. El consumo de luz ya es un obstáculo para muchos hogares vulnerables, y esta tendencia podría agravarlo.

La dependencia de lo digital puede también reducir otras formas de estimulación más sostenibles y saludables: caminarleersocializar presencialmente. Si todo se reduce a una pantalla, estamos intercambiando bienestar cognitivo por un modelo más caro y potencialmente menos equilibrado. ¿No sería mejor impulsar tecnologías que consuman menos y fomenten una salud más holística?

¿Estamos intercambiando autonomía mental por dependencia energética?

Los beneficios cognitivos del uso digital son reales, pero también lo es la creciente dependencia del suministro eléctrico y de internet para sostenerlos. En la práctica, la autonomía mental que ganan algunos mayores viene acompañada de una nueva vulnerabilidad: la energética. Una simple avería, una subida del precio del kWh o una mala cobertura pueden cortar de raíz ese “ejercicio mental digital” tan prometido.

Este modelo, lejos de cerrar brechas, puede abrir otras:

  • ¿Qué pasa con los mayores que viven solos en zonas rurales sin acceso garantizado a luz e internet?
  • ¿O con quienes deben elegir entre calefacción o router activo?

La “pastilla digital” necesita electricidad para funcionar, y eso convierte la salud en un nuevo campo de desigualdad energética.

Si se quiere fomentar el bienestar cognitivo a través de la tecnología, es imprescindible abordar también el lado energético:

  • Subvenciones para hogares eficientes
  • Tarifas adaptadas para personas mayores
  • Dispositivos con bajo consumo
  • Programas de alfabetización digital con formación energética

También sería clave facilitar el acceso a compañías más baratas para quienes ya tienen dificultades económicas, adaptadas a las necesidades de este colectivo. De lo contrario, la medicina será más cara que la enfermedad.

La revolución digital en la tercera edad no solo debe medirse en clics, sino también en kilovatios.

Fuente: papernest.es

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