Detección del tipo 2 del virus de Epstein-Barr (EBV-2) en tumores de pacientes gástricos refuerza la incidencia a nivel nacional de estas patologías. En nuestro país el cáncer estomacal es la cuarta causa de fallecimiento por tumores en hombres y la quinta en mujeres.
El cáncer gástrico es el quinto tumor maligno más común y el cuarto en nivel de letalidad mundial. Pese a su prevalencia, todavía los científicos no han determinado por completo su causa, aunque manejan varios factores detonantes, como la infección del epitelio gástrico por patógenos como Helicobacter pylori (H. pylori), bacteria que produce, por ejemplo, la gastritis, o por el virus de Epstein-Barr (EBV).
El virus de Epstein-Barr (EBV) pertenece a la familia de los virus herpes e infecta a más de 90% de la población mundial. En la mayoría de los casos es resultado de un contagio durante la primera infancia, el que frecuentemente ocasiona la enfermedad llamada mononucleosis infecciosa, pudiendo la persona presentar poco o ningún síntoma. Si llega a manifestarse, normalmente no pasa de ser una molestia que rara vez va más allá de una fiebre o una faringitis. Pero, además de la mononucleosis infecciosa, EBV está asociado a enfermedades malignas como el cáncer gástrico, el carcinoma nasofaríngeo, el linfoma de Hodgkin, el linfoma de Burkitt, el carcinoma de pulmón, entre otras, y recientemente también se le ha demostrado asociación con la esclerosis múltiple.
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Justamente una investigación de la Universidad de La Frontera liderada por la Dra. Louise Zanella del Laboratorio de Biología Integrativa (LIBi), acaba de identificar por metodología de secuenciación genética la presencia del EBV tipo 2 (EBV-2) en Chile, lo que indica la diversidad de EBV circulantes en nuestro país. El hallazgo fue posible gracias al examen de tejidos de tumores gástricos de pacientes ya fallecidos en la Región de La Araucanía.
“Empezamos a notar que la mayoría de los tumores gástricos analizados tenían la presencia del virus”, explica Zanella, quien es de origen brasileño, pero luego de doctorarse se vino a trabajar a Chile.
La investigadora aclara que el hecho de que a una persona se le detecte la presencia de Epstein-Barr no significa que necesariamente vaya a desarrollar alguna enfermedad. “Depende de muchos factores y de su estado de salud”, dice. En todo caso reconoce que, en la población chilena, además de una predisposición hereditaria para desarrollar el cáncer gástrico, podrían existir otros factores vinculados a una alimentación desbalanceada, consumo de tabaco o sedentarismo. “Si hay presencia del virus, esto la podría hacer todavía más susceptible de padecer la enfermedad”, reconoce.
El cáncer gástrico en nuestro país ocupa el cuarto lugar en mortalidad por tumores malignos, siendo la cuarta causa en varones y la quinta en mujeres. El Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) indica que la tasa de mortalidad llega a 17,9 por 100 mil habitantes.
Debido a la mayor propensión genética de los chilenos comparados con la población mundial en desarrollar este tipo de tumores, la investigadora comenta que lo ideal sería contar con una vacuna que se podría inocular durante la primera infancia, pero por ahora no hay una alternativa que masifique una solución.
Y aunque se desarrolle una vacuna, es necesario que ocurra cambios explícitos de hábitos en la población, “por ejemplo, el exceso de sal en la comida, como también las bebidas muy calientes, el exceso de alcohol y tabaco destruyen el epitelio del estómago, así como las preparaciones muy picantes, ingesta excesiva de carne y pobre en legumbres, hacen que desarrollemos problemas estomacales, que contribuyen a la inflamación y cambios precancerosos en el revestimiento del estómago, favoreciendo el desarrollo del cáncer gástrico”.
Pese a los esfuerzos científicos por clasificar genéticamente este virus para asociarlo a aspectos clínicos o epidemiológicos de las enfermedades que provoca, los resultados no han sido muy satisfactorios debido a su gran complejidad genética, producto de las mutaciones y principalmente de las recombinaciones acumuladas históricamente en el genoma viral.
Mientras las mutaciones en EBV ocurren en sitios pequeños, las recombinaciones ocurren en áreas más largas de forma más frecuente y pueden involucrar más de un gen del virus, por lo que se identificó que su impacto es de mayor escala en el genoma de EBV. La investigadora determinó que el genoma de EBV sufre 2,5 más recombinaciones que mutaciones: de ahí la cantidad de cambios quizás pueda favorecer en la generación distintos tipos de enfermedades por dicho virus.
La Dra. Zanella, quien es especialista en genética evolutiva, diseñó un nuevo esquema de clasificación del EBV que ha permitido analizarlo con mayor precisión. “Trabajamos con 188 genomas, escogimos nueve genes críticos para la infección por EBV, eliminamos y enmascaramos los sitios del genoma que podrían afectar los análisis y finalmente aplicando métodos filogenómicos y poblacionales pudimos proponer una clasificación más confiable para EBV”, señala la investigadora.
Más allá de estudiar la evolución del EBV, la investigadora espera que a través del laboratorio de investigación en el que desarrolla sus estudios, sean capaces de contribuir para una mejor comprensión de la dinámica viral, de su epidemiología y en el futuro, posibilite desarrollar métodos de diagnósticos eficaces o algún fármaco para hacer frente al virus.
“Como Universidad de La Frontera hemos venido trabajando durante la última década para potenciar el alcance de nuestras investigaciones en el ámbito de la ciencia que tiene aplicación real en las personas, en este caso, en temas de salud, de modo de generar el mayor impacto posible en la sociedad”, sostiene el Vicerrector de Investigación y Postgrado de UFRO, Rodrigo Navia.
Ahora la científica trabaja en una nueva publicación científica cuyo objetivo será hacer un seguimiento de la historia evolutiva del EBV, estableciendo temporalmente cuándo el virus empezó a ocasionar enfermedades, su dinámica epidemiológica y de dispersión global.
“En todo en la vida, desde los humanos, animales y hasta incluso en los virus, existen procesos estocásticos (aleatorios) que son moldeados por el ambiente. La diversidad existente es producto de la acumulación de mutaciones y recombinaciones lo que nos hace distintos unos de los otros”, reflexiona.
El punto es que algunos de estos cambios en los virus podrían generar impactos negativos en el ser humano; el cómo un virus cambia de ser relativamente “benigno” a una amenaza es algo que hoy los científicos tratan de dilucidar. Una hipótesis es que cuando hay un cambio de huésped y cuanto más reciente es la infección de un virus en el ser humano, éste suele ser más agresivo, y teóricamente podría ocasionar diversas enfermedades, debido a que todavía no se adapta al nuevo huésped. Por el contrario, cuanto más tiempo “convive” un virus con los humanos, éste se va adaptando a un punto en que ocasiona enfermedades menos severas o cuadros asintomáticos.
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