DEL ESTEREOTIPO DE LA SÚPER MAMÁ A UNA CRIANZA COMPARTIDA ENTRE HOMBRE Y MUJERES

Carolina Medel, estudiante en práctica de la Escuela de Psicología en el Centro de Atención Psicológica Integral (CAPI) y Gerardo Chandía, director del Magíster en Salud Mental Infanto Juvenil de la Universidad Católica del Maule.

En el Día de la Madre, las distintas plataformas de comunicación bombardean a la sociedad con sus propagandas que buscan promover una imagen ideal de lo que es ser mamá, destacando virtudes de figura protectora, un ser incondicional, siempre disponible, es decir, una “súper mamá”.

El gran problema de estos días, es que su principal objetivo es vender y comercializar la “celebración”, pero no promueven un cuestionamiento real en torno al rol materno, sino que, por el contrario, refuerzan los estereotipos de género imperantes de la sociedad.

Dentro de estos estereotipos, está el de dar por hecho que la crianza de los/as hijos/as es puramente responsabilidad de las madres, restando todo el compromiso de los padres (varones) y asumiendo que las labores de cuidado son una obligación y no un trabajo.

Esto es sumamente desgastante para las madres, quienes producto de una organización social machista, deben dejar de lado su identidad como las mujeres que eran antes de maternar, descuidando aspectos tan importantes como su salud, sus necesidades básicas y dejando casi nulo tiempo para sus actividades de autocuidado.

La pandemia por COVID-19 incrementó la carga del cuidado en los hogares ya que los servicios de cuidado se vieron suspendidos o disminuidos. Esta realidad incrementó aún más la desigualdad en la distribución de las tareas de cuidado entre hombres y mujeres al interior de los hogares. La evidencia señala gran parte de los padres dedican escaso o nulo tiempo al cuidado y/o las tareas domésticas, situación que se vio cronificada en pandemia.

Teniendo en cuenta los datos anteriores, es imperante que como sociedad valoremos y visibilicemos todo el tiempo que destinan las madres en las labores domésticas y de crianza no remuneradas, a través de su reconocimiento y remuneración.

Para ello, es fundamental desarrollar iniciativas que promuevan una paternidad activa en los varones, a través del cuidado y la crianza de sus hijos/as. Para lograr esto, no solo es necesario que los padres tengan la voluntad de involucrarse en las labores domésticas y de crianza (factor que de por sí es muy importante), sino que se necesitan políticas integrales que faciliten un balance entre trabajo-familia y promuevan la paternidad activa, afectiva y con corresponsabilidad. Las políticas deberían avanzar hacia un modelo de cuidados compartidos entre hombres y mujeres con el apoyo del estado, las empresas y las comunidades.

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