Impulsar el crecimiento económico de la región y la calidad de vida de sus habitantes es uno de los grandes desafíos de la Región del Biobío y del país. Abordarlo requiere aumentar la complejidad de la economía regional y desarrollar nuevas capacidades que no necesariamente están disponibles actualmente.
La complejidad de una economía se puede medir a través de sus exportaciones con el Índice de Complejidad Económica (ECI por su sigla en inglés). Este índice permite predecir el crecimiento económico de un país o región, lo que ha despertado el interés de reconocidos centros de investigación a nivel mundial como el Observatorio de Complejidad Económica del MIT o el Atlas de la Complejidad Económica de Harvard.
Durante la última década, la posición de Chile en el Ránking Mundial del ECI se ha mantenido alrededor del número 65 sin grandes variaciones. En Biobío, las exportaciones cayeron un 45% entre el 2016 y el 2018 y su posición en el ranking nacional de complejidad económica descendió del segundo al octavo puesto.
La matriz exportadora de la Región del Biobío se compone principalmente por tres sectores industriales: la industria maderera que representa alrededor de 60% del valor de las exportaciones, la industria metalmecánica cerca de un 20% y la industria agroalimentaria un 18%.
En los sectores agroalimentario y metalmecánico se observa una clara relación negativa donde los productos más exportados tienen una baja complejidad y los productos con alta complejidad son exportados en menor medida. En el caso de la madera y sus derivados, la relación entre valor de las exportaciones y complejidad es más equilibrada.
Diseño para la colaboración, colaboración para la complejidad
El concepto de complejidad económica vincula el conocimiento productivo presente en los habitantes de un territorio y lo que como economía son capaces de producir. Diversificar la matriz productiva regional no se trata solamente de exportar dos o tres bienes y servicios nuevos, sino que requiere atraer y desarrollar nuevas capacidades productivas, y construir nuevas relaciones colaborativas que fortalezcan el ecosistema regional de innovación.
Junto con la Investigación y Desarrollo (I+D), el diseño es una pieza fundamental en los ecosistemas de innovación y tiene el potencial de acelerar y robustecer los procesos de transferencia tecnológica. Debido a su naturaleza dialogante y catalizada por la empatía, el diseño posee un rol intermediador entre el conocimiento de I+D, el conocimiento productivo local y las necesidades de las personas, contribuyendo a la introducción exitosa de innovaciones tecnológicas.
De acuerdo a la Estrategia Regional de Innovación (2012), la falta de colaboración entre los actores regionales es una de las principales brechas del ecosistema regional de innovación del Biobío. Una nueva estrategia de innovación que integre al diseño de forma estratégica tiene el potencial de aumentar y fortalecer las redes del ecosistema, necesarias para el desarrollo de una economía más compleja y competitiva.
El diagnóstico, nueve años después, sigue siendo el mismo, pero el escenario es radicalmente distinto. Las nuevas autoridades regionales se enfrentan a la inédita oportunidad de recoger esta posta, y sumar el diseño en la Estrategia Regional de Innovación como uno de sus pilares estratégicos para impulsar la innovación en las pymes, reactivar el ecosistema innovador y avanzar hacia una economía regional más compleja y sostenible.
Revisa nuestra sección Visiones aquí.