Por Dr. Roberto Aspée, especialista en Cardiología de Clínica Colonial – www.clinicacolonial.cl
A nivel mundial, en agosto se conmemora el Mes del Corazón como una manera de sensibilizar y prevenir a la población sobre las enfermedades cardiovasculares y sus respectivos cuidados. En este contexto, el colesterol malo y la hipertensión representan, en la actualidad, dos amenazas reales que pueden afectar la salud cardiaca de una persona.
El Colesterol puede ser definido como una forma de transportar la grasa o aceites en un medio acuoso. Es decir, actúa como un jabón emulsionante que permite al aceite entrar en solución con el agua. Existen dos tipos de colesterol, uno bueno (también conocido como HDL) que tiene mayor afinidad de enlace y otro malo (llamado LDL) con menor capacidad de enlace.
Si bien la grasa es necesaria para la salud, pues será transformada en membranas, hormonas, etc., resulta clave que sea transportada en medios que no la descarguen en lugares inadecuados del organismo. Y esto es justamente lo que hace un alto nivel de colesterol malo o LDL.
Entre los factores que pueden incidir en el nivel de colesterol malo en una persona, el factor genético es uno de los principales, a lo que hay que sumar otros cuadros como el sobrepeso, sedentarismo y una dieta rica en grasas.
Es por ello que para reducir el colesterol LDL es fundamental que un individuo lleve una dieta pobre en aceites y grasa de origen animal, mantenga un peso equilibrado según su talla, no fume y realice al menos 90 minutos de actividad física en la semana. De esta manera, el nivel óptimo de colesterol malo en el ser humano debiera estar en torno a 100 mg/dl.
En tanto, la Hipertensión puede ser entendida como el alza mantenida de la presión arterial en el sistema cardiovascular por sobre los límites fisiológicos. Se trata de una enfermedad silenciosa. De hecho, la mayoría de los individuos que la padece ignora su condición de hipertenso.
El sistema de respuesta al estrés del organismo humano contempla el alza de la presión como una alternativa de reacción frente a ese estado extremo. No obstante, cuando este gatillante es frecuente o continuo, el sistema se resetea a un set point más alto. Esto último es más frecuente en las personas obesas, sedentarias y grandes consumidores de sal, a lo que se suma el factor genético y racial.
Para saber si se es hipertenso, es importante controlar los niveles de presión en varias ocasiones, especialmente cuando la persona se encuentra relajada y libre de molestias o dolores como, por ejemplo, de cabeza. Esto último se suele confundir como una consecuencia del alza de presión, cuando en realidad es al revés. Es decir, la cefalea eleva la presión como una respuesta a ese estrés. Si al menos en tres ocasiones las cifras dan patológico se puede colegir que la persona es hipertensa.
Respecto al tratamiento frente a esta enfermedad, existen dos tipos: el farmacológico y el no farmacológico. El primero es amplio, pero se puede dividir en familias de diuréticos, vasodilatadores, bloqueadores del calcio y de la respuesta simpática, ambos mecanismos vasoconstrictores. El segundo comprende una dieta con poco alcohol, reducción del consumo de sal y la baja de peso.
En forma crónica, la hipertensión produce el envejecimiento arterial prematuro, lo que implica el desarrollo de placas de grasa, tortuosidad de las arterias y oclusión de las de pequeño calibre. En forma aguda, aumenta la posibilidad de un accidente cerebral hemorrágico o de un infarto cardiaco.
No hay que olvidar que la verdadera edad de cada individuo es la edad de las arterias. Como medidas de prevención es importante llevar una dieta pobre en sal y alcohol, control del peso y mantener una actividad física permanente.
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