Por María Loreto Bustamante, Directora Carrera de Educación Parvularia Universidad de Las Américas, Sede Concepción
La primera infancia es un período crucial en el desarrollo humano, una ventana de oportunidades donde se moldean las percepciones de uno mismo, del otro y del mundo. Durante estos años formativos los entornos familiares y educativos ejercen una influencia profunda, no solo en la trayectoria de vida de niños y niñas, sino también en cómo aprenden a percibirse y relacionarse con los demás a través del lente del género.
La Educación Parvularia se sitúa en el corazón de este proceso, sosteniendo la llave para desmantelar estereotipos y fomentar una sociedad más justa e inclusiva. Este nivel educativo debe levantarse como una plataforma vigorosa para la promoción de la equidad de género, garantizando que los más pequeños disfruten de las mismas oportunidades para explorar, aprender y desarrollarse plenamente.
Sin embargo, la tarea de inculcar valores de igualdad y respeto por la diversidad desde la primera infancia, conlleva desafíos significativos y requiere de un esfuerzo coordinado y sostenido de todos los actores involucrados. Desde la selección de materiales lúdicos y experiencias, hasta la formación continua de educadores, cada aspecto debe ser minuciosamente examinado y ajustado para eliminar prejuicios y fomentar un desarrollo libre de discriminación.
Las interacciones cotidianas en los centros educativos juegan un papel fundamental. Los educadores deben ser conscientes del lenguaje que utilizan y de cómo las actividades propuestas pueden perpetuar inadvertidamente estereotipos vinculados al sexo de las personas. La creación de ambientes de aprendizaje inclusivos, que permitan a todos los niños y niñas explorar libremente sus intereses y habilidades, es fundamental para romper con las expectativas tradicionales de género que limitan el potencial de este grupo etario.
La participación de las familias y la comunidad en este esfuerzo es igualmente esencial. El hogar es el primer entorno educativo de un niño o niña, y las actitudes y expectativas de los padres, madres y otros cuidadores tienen un impacto directo en cómo ellos se ven a sí mismos y a los demás. Fomentar una colaboración estrecha con las familias para promover prácticas de crianza inclusivas y respetuosas de la diversidad es clave para consolidar los esfuerzos realizados en el aula.
Además, es imprescindible que los educadores reciban formación continua para identificar y combatir sus propios prejuicios y sesgos. Solo a través de una reflexión y aprendizaje constante podremos asegurar que las prácticas educativas promuevan genuinamente la equidad en este ámbito.
Las instituciones educativas deben establecer políticas claras y efectivas para prevenir cualquier forma de discriminación, asegurando un ambiente seguro y acogedor para todos sus estudiantes. Esto incluye el desarrollo de protocolos específicos para abordar y resolver situaciones de discriminación y acoso basadas en género.
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