Por Bárbara Stengel, Vicedecana de Gestión y Vinculación con el Medio de la Facultad de Ingeniería y Ciencias UAI
La primera persona en la historia en crear un algoritmo fue una mujer. Conocida como la madre de la programación, Ada Lovelace fue una informática inglesa que, derribando todos los obstáculos que le imponía la época victoriana, creó en 1845 el primer algoritmo con capacidad para ser procesado por una máquina. Pese a sus capacidades, y con miedo a ser censurada por ser mujer, esta pionera del mundo de la computación tuvo que firmar gran parte de sus trabajos y descubrimientos con las iniciales A.A.L.
Si bien esto ocurrió hace más de 170 años, es un reflejo de lo que aún al día de hoy deben enfrentar muchas niñas y mujeres en las áreas relacionadas a las Tecnologías de la Información y la Comunicación, más conocidas como TIC. A simple vista, en pleno 2023, pareciera ser que la brecha de género ha desaparecido: las aulas y campus universitarios se llenan de estudiantes; hombres y mujeres que recorren los pasillos ansiosos por adquirir nuevos conocimientos. Pero las cifras dejan en evidencia una realidad diferente.
De acuerdo al ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, en la actualidad, el 53% de las matrículas en educación superior corresponden a mujeres, lo que indiscutiblemente muestra un aumento en su ingreso a la universidad. Sin embargo, el panorama no es tan alentador si se analiza la distribución de las matrículas por campos disciplinares: solo una de cada cuatro mujeres opta por carreras de áreas relacionadas a la tecnología o a la ciencia.
Igual de severa es la brecha en los programas de postgrado, investigación o cargos de liderazgo: la Radiografía de Género en CTCI 2020 arrojó que las mujeres que alcanzan la máxima jerarquía como profesora titular en las universidades chilenas son solo un 22%; mientras que las solicitudes de patentes son realizadas en un 15% por mujeres, y su presencia en investigación es de solo un 34%.
¿Es por falta de interés? Por supuesto que no, tampoco por una diferencia de habilidades o escasez de talento. La baja presencia de mujeres en este tipo de carreras se debe, principalmente, a las barreras socioculturales y a la constante presencia de estereotipos de género, que se reproducen desde la infancia, afectando el interés y motivación de las niñas. De ahí se desprende la importancia de impulsar referentes y modelos a seguir, para que desde niñas las mujeres puedan sentirse inspiradas y motivadas a cumplir sus sueños en áreas como ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.
Es cierto que la brecha ya no es tan notoria como en la época de Ada Lovelace, sin embargo, es necesario seguir trabajando para potenciar aún más el talento de las niñas. Por lo mismo, este 22 de abril, en el Día Internacional de las Niñas en las Tecnologías de la Información y la Comunicación, desde la Facultad de Ingeniería y Ciencias (FIC) de la Universidad Adolfo Ibáñez queremos, por un lado, celebrar los avances que han permitido disminuir la brecha de género y, al mismo tiempo, dejar en claro que aún queda mucho camino por recorrer.
Queremos que las niñas de hoy se sientan convocadas y entiendan que no son menos talentosas, que tienen las mismas capacidades y que pueden cumplir cualquier meta que se propongan. En este día esperamos, como Facultad, poder generar más espacios de crecimiento, en un entorno consciente para las futuras generaciones y contribuir de esta forma a una sociedad más equitativa y sustentable.
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