En los años 60, la bolsa de plástico para contener los productos del supermercado era símbolo de comodidad, innovación y modernidad. Décadas después, el mismo elemento viene en retirada y cada día existen más normativas para regular su uso, una de ellas, por ejemplo, la ley que restringe en Chile los plásticos de un solo uso de manera progresiva. Si bien el plástico es parte de nuestro día a día y un pilar fundamental para el desarrollo de diversos negocios, ¿por qué se convirtió en persona non grata para nuestra sociedad?
El plástico está en todos lados: en nuestros alimentos, cosméticos, juguetes, electrodomésticos, en fin, es parte de nuestra vida. La respuesta a la pregunta anterior no pretende demonizarlo, pero sí ayudar a la comprensión de que, al masificar su fabricación, perdimos de vista sus efectos colaterales y contaminantes, provocando impactos negativos en nuestro ecosistema.
Hoy, el foco de la conversación en torno a esta materia está en cómo podemos potenciar la producción, creación e implementación de innovaciones verdes que no solo permiten su reciclabilidad, sino que ofrecen opciones más amigables con el planeta. De hecho, para acelerar el proceso de concientización, en una iniciativa mundial, The Plastic Free Foundation instauró el “Plastic Free July” o “Julio Sin Plásticos” que actualmente conmemoramos.
A nivel local, Chile vive una verdadera revolución verde con avances en materias legislativas como “Chao Bombillas” y la promulgación de la ley REP, sin embargo, aún falta camino por recorrer si es que queremos avanzar e instalar una real economía circular. De hecho, en los últimos años, han surgido distintas tecnologías de reciclaje -emergentes y complementarias- que, si bien han acelerado estos procesos, aun presentan dificultades de implementación que deben ser subsanadas.
A pesar de esfuerzos colectivos de clasificación, recolección y reciclaje, especialmente en las industrias más contaminantes, como la cosmética, el plástico sigue siendo tema. Como empresas, podemos y debemos hacer más, ya que nuestro norte no debiera estar en solo ampliar negocios en términos financieros, sino que sean más sustentables y, por ende, sostenibles en el tiempo. ¿Cómo? Fomentando cambios con hechos. Transitando hacia una operación y producción más sustentable de cara al 2030, invirtiendo en innovaciones verdes que permiten la elaboración de más alternativas de envases con materiales reciclables, reciclados y compostables.
En una época en que las empresas están (re)evaluando su propósito, es clave crear un círculo virtuoso y motivarnos -tanto entidades públicas, privadas y ciudadanía- a ser protagonistas de nuestro futuro. Invertir en la circularidad justamente nos permite aportar en gran parte al bienestar de la sociedad para que mañana tengamos un mundo con menos residuos, pero para que logremos ese objetivo, es clave forjar alianzas con entidades externas especializadas en el manejo de residuos para que así suceda. Ya es hora de que juntos, inspiremos a quienes aún no se deciden a tomar este camino.
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