Omar Pérez, Investigador Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI) y Académico Departamento de Ingeniería Industrial (DII) de la Universidad de Chile
¿Alguna vez te has preguntado por qué sigues comprando la misma marca de café, incluso cuando hay opciones nuevas y posiblemente mejores en el mercado? O por qué tomas siempre la misma ruta al trabajo, aunque te hayan dicho que hay un camino más rápido. La respuesta está en cómo nuestro cerebro maneja los hábitos y las decisiones dirigidas por objetivos.
Nuestro cerebro es eficiente y busca ahorrar energía mental. Para lograrlo, crea hábitos: patrones de comportamiento que automatizamos con el tiempo. Cuando repetimos una acción y obtenemos un resultado satisfactorio, nuestro cerebro la convierte en un hábito para no tener que reevaluar esa decisión cada vez. Esto nos permite realizar tareas cotidianas sin mucho esfuerzo consciente, liberando nuestra mente para enfocarnos en otras cosas.
Sin embargo, esta automatización tiene un lado menos beneficioso. Los hábitos pueden volvernos insensibles a cambios en nuestro entorno. Por ejemplo, podríamos seguir comprando el mismo detergente sin notar que su precio ha aumentado o que su fórmula ha cambiado y ya no limpia como antes. Continuamos con la misma elección sin detenernos a considerar si sigue siendo la mejor opción para nosotros.
Nuestro cerebro alterna entre dos sistemas para tomar decisiones: uno dirigido por objetivos y otro habitual. El sistema dirigido por objetivos evalúa activamente las opciones y sus posibles resultados, mientras que el habitual se basa en acciones automatizadas sin mucha reflexión. En situaciones de estrés o cuando estamos distraídos, es más probable que nuestro cerebro elija el camino habitual porque requiere menos esfuerzo cognitivo. Ser conscientes de este proceso nos permite detenernos y reconsiderar nuestras decisiones, asegurándonos de que realmente estén alineadas con nuestros intereses y las circunstancias actuales.
Al entender cómo funcionan estos sistemas, podemos aprender a equilibrarlos. Es beneficioso tener hábitos que nos simplifiquen la vida, pero también es importante mantenerse abiertos a nuevas opciones y adaptar nuestras elecciones cuando el entorno cambia. Tomarnos un momento para reflexionar puede marcar la diferencia entre actuar en automático o tomar decisiones que realmente nos beneficien.
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