Trabajo infantil: TRISTE REALIDAD CONTRARIA A UN DESARROLLO SOSTENIBLE

Por Gerardo Wijnant, Responsable Impacto y Ecosistema, Banca Ética Latinoamericana

    El Día Mundial contra el Trabajo Infantil es una fecha importante para reflexionar y actuar, pues las cifras que se conocen son dolorosas, ya que se estima que al año 2022 existían unos 160 millones de niños y niñas trabajando en todo el mundo (datos de OIT y UNICEF) y esto se ha agravado a partir de la pandemia, constatándose que la mayoría de ellos lo hacen en condiciones de esclavitud. Esta situación no se trata de algo ajeno o lejano que solo podemos observar o ante lo cual entristecernos u horrorizarnos, al contrario, es un problema de todos y no podemos ser cómplices de que siga ocurriendo. Todos con nuestro actuar favorecemos o no, en menor o mayor medida, que esto pueda seguir ocurriendo.

    Ningún niño o niña merece la indignidad, nunca, bajo el pretexto que sea, de vivir siendo explotado o esclavizado. Es uno de los peores dolores de la humanidad y tenemos que ser actores en su denuncia y en crear las condiciones para que no suceda. La Convención de los Derechos del Niño de la ONU establece una serie de derechos a asegurar: Entre estos, el deber de ser protegidos contra toda forma de explotación y abuso. Entonces, ¿cómo es posible que exista hoy esclavitud infantil? ¿cómo es posible que se transgredan tan flagrantemente estos derechos consagrados ya hace mucho tiempo? La explicación de esto no está solo en quienes inducen a que exista esclavitud y sacan vergonzoso beneficio de ella, sino en nosotros mismos, que permitimos que esto suceda, al no preocuparnos de saber cómo se elaboran los productos que consumimos, cuando no nos interesa conocer sobre el contenido de las cadenas de valor de los de productos o servicios, desde su origen, y la forma en que se obtienen los diversos insumos que se necesitan para elaborarlos.

    ¿Nos preocupa esto? ¿Nos preguntamos si la dignidad de las personas, en especial de los niños, está siendo resguardada? ¿Nos tratamos de asegurar de ello, o bien, si somos empresarios, generamos trabajos y salarios dignos que impidan que las familias de nuestros colaboradores fuercen a sus hijos a trabajar?

    En otras palabras, es fundamental entender y considerar que hay muchas más variables que se deben tener presentes para lograr demostrar que un producto (o servicio) es elaborado bajo una mirada de sostenibilidad más integral y en respeto de condiciones dignas y justas de trabajo, en particular, la no existencia de trabajo infantil.

    En coherencia con la búsqueda de un desarrollo sostenible, es necesario recordar que el ODS 8, en la meta 8.7 indica: “Adoptar medidas inmediatas para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las modernas formas de esclavitud y la trata de seres humanos y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, y poner fin al trabajo infantil en todas sus formas.” Y en la meta 16.2 se persigue “Poner fin al maltrato, la explotación (…) y todas las formas de violencia contra los niños”.

    En Chile, hace un tiempo entró en vigencia la Ley 21.271 que adecúa el Código del Trabajo en materia de protección de los derechos de niños, niñas y adolescentes en el mundo del trabajo, lo que es un muy buen paso, pero insuficiente aún.

    ¿Mucho que hacer? Por supuesto, pero se puede, porque la voluntad y la perseverancia de muchos existe.

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